jueves, 3 de diciembre de 2009

MADRID CORRIÓ POR MADRID...



Y con el debut del que promete ser una estrella del running. Por fin Pablito se echó a la calle y como todos sabemos eso implica la redacción de su cronica, asi que aqui la teneis:

Bueno, lo prometido es deuda. Aquí está la crónica… pero ya sabéis el dicho “mejor tarde…”.

¿Cómo me vi involucrado en todo esto? pues podríamos decir que, ante unas primeras tentativas de Jaime en el mes de septiembre del año pasado y luego más intensamente por más integrantes de runnersif y Aki, me entró el gusanillo por el runnning.

Pero también era consciente de mis limitaciones físicas. Y aunque me aseguraban que con cierta preparación y constancia en los entrenamientos hasta La San Silvestre 2008 era suficiente, me daba pánico volver a lesionarme. Mi experiencia previa en el “running” había sido unas cuantas sesiones en la cinta del gimnasio con consecuencias catastróficas para mis rodillas.

Pero el autentico revulsivo fue experimentar en primera persona el ambiente que se vivía en la salida de la San Silvestre 2008. Fue algo curioso. Me prometí que algún día tendría que tomar parte en esa carrera. Y, obviamente, lo tendría que hacer con una forma física aceptable, no para establecer un nuevo record en la categoría de pardillo principiante, si no para disfrutarla realmente.

Entonces puse mi objetivo en la San Silvestre 2009. Este año tendría que correrla. Durante los primeros meses del año seguí mi rutina de ejercicio del último año y medio aproximadamente. Bici y elíptica en el gimnasio, natación dos veces a la semana, algún partidillo de pádel de vez en cuando, Bici en exterior con Jaime durante los meses de verano, etc.

Todo para seguir los consejos que los runners más experimentados me iban dando: fortalecer piernas y evitar futuras lesiones, periostitis y todos esos palabros que ya se han hecho familiares.

¡Dicho y hecho!, manos a la obra y entrenamientos regulares desde septiembre. Y aunque Jaime me aseguraba que ya estaba preparado para mi primer 10.000 yo no lo veía muy claro al no tener ninguna referencia. No había corrido más de 50 minutos seguidos nunca!.

Casi casi me llevan de una oreja a la carrera Madrid Corre por Madrid, ya que participar en la del Csic no lo veía aún claro del todo. Pero ha merecido la pena.

El día de la carrera comenzó como me imaginaba. Todo se resume en una palabra “nervios”.

Los 3 miembros de Runnersif que estábamos apuntados en la carrera (David, Jaime y un servidor) quedamos previamente. Ya de camino, la misma sensación que tenía desde que sonó por primera vez el despertador iba en aumento.

Nos reunimos con los Runners de Fortuna. Su experiencia en diezmiles, maratones, triatlones, etc se notaba. Esto para ellos era el paseo de los domingos. Para mí no. Es más, me daba la sensación que era el único preocupado por acabar la carrera y el estado en el que lo iba a hacer. Bueno, supongo que mis compañeros del Infortunio también se sentían algo preocupados. David por su dolor de tibias, patente desde días antes; Jaime por su parco entrenamiento en las semanas anteriores. Pero ellos ya llevan más carreras a sus espaldas y esa inquietud era casi imperceptible.

Nos dirigimos hacia el Paseo de Coches, donde estaba situada la salida y la meta. La concentración de camisetas rojas con las estrellitas blancas era ya enorme. Me daba la impresión de que había muchísima gente. Eso me motivaba, aunque me apuntaban que “sólo” éramos 7.000, 20.000 menos que en la sansil de este año. ¡Ya me estaba imaginando la misma sensación multiplicada por cuatro!

Unos metros de calentamiento arriba y abajo por el paseo de coches y ya estábamos preparados para salir. El speaker animaba, yo no sabía cómo había corrido todos esos metros. Sentía que había ido en volandas entre tanta gente. Corría por inercia. Nos despedimos de los Runners de Fortuna, sabiendo que iba a ser la última vez que los viéramos hasta la llegada.

La masa de cabezas que se encontraba delante comenzó a agitarse. En un primer momento empezamos a movernos, eso sí, a un ritmo muy lento. De repente, frenazo! Somos muchos, y el ancho Paseo de Coches no lograba absorber la cantidad de corredores que intentaban ocupar posiciones. Nos lo tomamos con calma y serpenteando y ascendiendo levemente cruzamos la puerta del Retiro. Fue entonces cuando disfruté de una de las dos postales que guardaré en mi memoria de la carrera: la calle O’Donnell, la Puerta de Alcalá, Cibeles, todo lo que alcanzaba mi vista era una marea roja, con alguna pincelada de otro color, llenando la práctica totalidad del asfalto desierto. ¡Impresionante!

Seguimos corriendo, yo aún sin ser consciente realmente de dónde estaba. No paraba de mirar a todos los lados y disfrutar de las vistas que tenía de todos los edificios, monumentos, las perspectivas que se tenía circulando por el medio de las calles. Esto es un auténtico lujo. No pude evitar mi faceta más friki, lo reconozco. Para ello, el recorrido era perfecto.

Y llegó la segunda estampa que me dejó boquiabierto: llegar a Cibeles, rodeado de corredores que la tomaban por ambos lados, y ver que la riada humana se extendía por toda la calle Alcalá hasta donde alcanzaba la vista. Nada más alcanzar el Banco de España la primera subida hizo que volviera a la realidad. “Es sólo hasta el Casino” le dije a David, que seguía adelante sin el ningún atisbo de dolor en sus tibias, al menos para mí. “Eso si es echarle huevos” pensaba yo.

Y mientras iba absorto en mis pensamientos, un gran alboroto delante de nosotros hizo que aguzara los sentidos. “¿qué pasa?”, “es Chema, ¡que viene ya!” dijo David. “¿ya?, pero ¡si acabamos de salir!”. Y una ola de gritos de ánimo se iba produciendo a medida que se iba cruzando con todos nosotros. Eso sí que tiene que dar un subidón.

Casi sin darme cuenta, asimilando mucha información de lo que veía, sentía y casi palpaba, llegamos a Sol, luego Arenal, la estrecha calle de Vergara, Bailén…

Y de repente David exclamó: “¡un control de tiempos!”, “¿qué?” contesté, “¿no oyes los pitidos?”. Otra novatada, pensé yo.

Giramos hacia la calle Mayor y otra sorpresa hizo que nos miráramos para comprobar la reserva de fuerzas. Me di cuenta que las pendientes de las calles son más pronunciadas cuando te toca sufrirlas corriendo.

Pasamos de nuevo por Sol, no sin haber echado antes una mirada de reojillo a La Mallorquina. “Una buena napolitana no vendría mal ahora” aseguramos los 3.

Llegamos a Canalejas hasta embocar la calle Sevilla. Allí es donde se había implantado el punto de avituallamiento. Viendo las pocas provisiones que quedaban pensé que la gran mayoría tendría que haber pasado ya por allí. Pero volví a centrarme en mantener el ritmo. Lo importante es acabarla, me repetía de nuevo.

Pasamos junto al Banco de España otra vez. Tomamos el Paseo del Prado, sembrado de japoneses cámara en mano y animándonos muy entusiasmados. El frescor de los árboles del Paseo y del Jardín Botánico se notaba y se agradecía bastante, ya que uno es muy propenso a deshidratarse vía sudor por todos los poros del cuerpo.

Llegamos a Atocha, giramos hacia Alfonso XII y comenzamos a sufrir la parte más dura del circuito en mi opinión. Nunca había recorrido toda la calle a pie, y corriendo se me hizo eterna. A parte de la pendiente y la longitud real de la calle, correr junto a la monótona verja del Retiro hizo que la sensación de no llegar nunca a la Puerta de Alcalá aumentara.

Pero llegamos al fin y una bocanada de ánimo hizo que comentara a mis compañeros “¡venga, que ya no queda nada!”.

El tramo que restaba hasta la misma puerta del Retiro por la que habíamos salido se me hizo extremadamente corto. Las ganas de cruzar la meta influían bastante en esa percepción. No ocurrió lo mismo en el Paseo de Coches. Recuerdo comentar “¿pero tanta distancia hemos recorrido al salir?” y eso que aun no me había dado cuenta que la llegada estaba a unos cientos de metros más allá de la salida. “Aún quedan fuerzas” pensé.

Fue entonces cuando David nos comentó “Bueno, ahora hay que darlo todo. ¡A esprintar!” y comenzó a acelerar y a sustituir el paso y la cadencia que llevábamos desde kilómetros atrás por unas zancadas que ni una gacela Thompson escapando para que no se la zampen. Yo lo di todo, me dejé el alma en ese sprint, pero ni Jaime ni yo conseguimos mantener el ritmo de David. Está claro que la altura es un factor importante en estos casos.

¡Y por fin crucé la meta!. Había acabado mi primer 10,000 y, aunque me flojeaban las canillas y sudaba sin parar, no era muy distinto a un día normal de entrenamiento. Eso me animó infinitamente.

Así que… San Silvestre 2009, ¡eres la próxima!.


Enhorabuena Pablito, aqui dejo la instantanea del trofeo recibido por semejante hazaña:




6 comentarios:

  1. Esto si que fué avituallamiento ;-)

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  2. Enhorabuena Pablito.... ya estas perdido......

    Por cierto la foto es de lo más guarrota.

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  3. Enhorabuena Pablo. Leyendo tu crónica me parece que guardaste un poquito por miedo a no poder acabar, eso hay que darlo en la siguiente...

    Nunca olvides esas postales que mencionas porque te acompañarán toda tu vida de runner, te lo dice uno que también tiene las suyas. :-D

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  4. Cierto Aki... la cara de Davan muestra una lujuria que da miedo.

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  5. Es que a mi me tira mas la porra que el running...jajaja.

    Un abrazo

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  6. Gran crónica y gran postal.

    Saludos

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